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viernes, 9 de noviembre de 2012

Hacia una historia de la literatura bizantina

Por Juan Signes Codoñer. 

Karl Krumbacher

La primera historia de la literatura bizantina fue la publicada en Múnich en 1891 por Karl Krumbacher en el Handbuch der klassischen Altertumswissenchaft IX.1, lo que indicaba la dependencia de la naciente Bizantinística de la que por aquel entonces se consideraba su hermana mayor, la Filología Clásica. Se tituló Geschichte der byzantinischen Literatur von Justinian bis zum Ende des oströmischen Reiches (527-1453) y vio pronto una segunda edición en Múnich 1897 que contó con la ayuda de Albert Erhard (para el apartado de la literatura religiosa) y Heinrich Gelzer (con una panorámica de la historia de Bizancio que empezaba no con Justiniano, sino con la muerte de Teodosio I en 395). La obra era un vasto proyecto en el que por primera vez se pasaba reseña exhaustiva a toda la producción escrita bizantina conocida hasta la fecha con un conocimiento detallado y no sin juicio crítico. Agrupaba el análisis por géneros literarios y niveles: prosa y verso cultos primero y literatura vernacular después. Fue traducida ya en 1900 al griego moderno y recientemente reimpresa en Nueva York, Franklin 1958 (la University of Notre Dame tiene disponible una traducción al inglés en el siguiente <enlace>). Es sin duda un libro fundacional de la disciplina de la Bizantinística, lleno de información y detalles sobre los que trabajarían numerosos investigadores en las décadas siguientes.


Hans-Georg Beck

El progreso de la disciplina y la proliferación de estudios y nuevas ediciones sobre los textos de la milenaria cultura bizantina (con un volumen que superaba el legado clásico) hizo necesaria una actualización, que inevitablemente devino obra colectiva. El primer paso lo dio el profesor Hans-Georg Beck, que en 1959 publicó en Múnich su Kirche und theologische Literatur im byzantinischen Reich, también en el marco del Handbuch der Altertumswissenschaft XII.2.1. Desgajaba así la literatura religiosa bizantina del resto de la producción considerada profana, estableciendo una línea divisoria que podía parecer lógica por razones prácticas, ante la imposibilidad de tratar en una sola obra toda la producción escrita bizantina, pero que a la larga estableció una dicotomía perniciosa en el análisis de la producción literaria bizantina, al establecer una línea divisoria entre escritos religiosos y profanos que se revela hoy inoperante. Esta línea es heredera de la tradición de la Filología Clásica, que siempre relegó a los autores cristianos y se negó a incluirlos en el canon académico salvo en la medida en que sus obras trataran de temas profanos y partieran de presupuestos estéticos clásicos, un criterio que sigue hoy por ejemplo la colección Gredos, que admite a un historiador como Agatías (siglo VI), por considerarlo profano, pero no a otros como Eusebio de Cesarea (siglo IV) o Sócrates de Constantinopla (siglo V) por ser historiadores de la Iglesia. En realidad la distinción entre profano y religioso obliga incluso a veces a dividir la obra de un autor en dos bloques o incluso en valorar cuál de los dos elementos predomina más en un texto determinado para juzgar su inclusión en uno u otro apartado. Así, por ejemplo, del mismo modo que a ningún filólogo clásico se le habría ocurrido dividir la poesía hexamétrica en profana (¿la Odisea?) o religiosa (¿los himnos homéricos?) en función de su contenido, resulta absurdo analizar desde este criterio la poesía bizantina, lo que supondría por ejemplo romper la unidad de la Antología Palatina o no apreciar el tratamiento personal que muchos líricos bizantinos dan a la religión, convirtiéndola en un hecho cotidiano (por ejemplo Juan Mauropo o Cristóbal de Mitilene) y que nada tiene que ver con la poesía litúrgica. Una revisión de la poesía bizantina está teniendo lugar en estos momentos que parte de presupuestos más integradores y menos tradicionales. El libro de referencia es sin duda el de Marc D. Lauxtermann, Byzantine Poetry from Pisides to Geometres, Viena 2003 (Wiener byzantinische Studien 24.1).
De todas formas, una vez hechas estas salvedades, hay que decir que el libro de Beck sigue siendo todavía hoy el manual de referencia para obtener datos sobre autores y textos de contenido primordialmente religioso en Bizancio. Lo que aquí indicamos se refiere únicamente a la incapacidad de derivar de la lectura del manual de Beck una percepción dinámica e innovadora de la literatura bizantina. Esto se evidencia aún más con la publicación del segundo volumen publicado por Beck en el Handbuch der Altertumswissenschaft (esta vez XII.1.3) su Geschichte der byzantinischen Volksliteratur, editada en Múnich 1971. Se trata en esta ocasión de un volumen mucho más reducido en el que se pasa revista a la producción escrita en lengua vulgar a lo largo del milenio bizantino y, fundamentalmente, a partir del siglo XII. Nuevamente, la influencia determinante de los presupuestos de la Filología Clásica, determinaba la selección, en la medida en que las obras escritas en griego vulgar se apartaban de la lengua clásica y de la tradición antigua y no podían figurar al mismo nivel que los textos clasicistas. En realidad esta elección suponía ignorar que los autores bizantinos juntaban en sus mismas obras registros lingüísticos muy diversos y que era la interacción entre ellos la que provocaba el goce estético de los lectores. Es más, muchas de las obras pioneras en el uso del griego vulgar, sobre todo en la época de los emperadores Comnenos (siglo XII) no usaban los registros bajos de forma absoluta, sino en combinación con registros muy cultos, reservando por ejemplo el vulgar para los diálogos y el culto para la narración, con el fin de conseguir un efecto paródico. La separación de los registros vulgares en un volumen aparte era no comprender el dinamismo y la complejidad de la literatura bizantina y crear en ella la percepción de un rígido clasicismo que no se corresponde con la realidad. 


Herbert Hunger

De esta forma, cuando años más tarde un grupo de estudiosos coordinados por el profesor Herbert Hunger de Viena publicó, también en el Handbuch der Altertumswissenschaft (XV.5.1-2) los dos volúmenes titulados Die hochsprachliche profane literatura der Byzantiner, Múnich 1977, no hizo sino ajustarse al esquema previo de los dos tomos de Beck excluyendo de su análisis de la literatura bizantina la literatura eminentemente religiosa o la escrita en lengua vulgar, creando así un concepto de “literatura profana clasicista” que no sólo era parcial y no daba cuenta del hecho literario bizantino, sino que sobre todo daba satisfacción a los filólogos clásicos que querían ver en los bizantinos sólo a aquellos autores que más se asemejaran a sus modelos antiguos. Pero de este énfasis en la μίμησις bizantina de los presupuestos clásicos (característico de Hunger y su escuela), se derivaba, paradójicamente, el desprestigio de toda la producción literaria bizantina: la imitación se consideraba inferior a la copia. Esta percepción se incrementaba todavía más porque los dos volúmenes de Hunger analizaban la literatura no por periodos históricos, sino por los géneros literarios tal como se habían establecido en la Antigüedad. El resultado era una imagen de inmovilismo de la producción literaria bizantina, preservadora férrea de los viejos modelos y con escasas aportaciones estéticas. Justo lo contrario de la realidad, de la mezcla constante de niveles y registros, de la experimentación y de la ruptura incluso que caracteriza a buena parte de los grandes escritores bizantinos, cuya obra aparecía dispersa en los volúmenes de Beck y Hunger entre diferentes apartados.
Esta crítica de concepción no puede, sin embargo, ignorar que el volumen de Hunger marcó un antes y un después en la historia de la Bizantinística al igual que lo había hecho el de Krumbacher: desde Hunger el nivel de información disponible sobre la producción escrita bizantina fue considerable y el investigador pisaba ya un terreno claramente sólido. La escuela de Viena promovió decenas de estudios sobre el hecho literario bizantino y se convirtió en referente mundial.


Alexander Kazhdan

Pero las nuevas perspectivas que estamos señalando (que consideraban que la literatura bizantina, aunque heredera de la clásica, tenía que ser juzgada en sus propios términos y que, del mismo que la literatura helenística o imperial, tenía que liberarse del peso de los autores clásicos), llevaron al gran bizantinista ruso Alexander Kazhdan a partir de su establecimiento en Estados Unidos, a proponer una nueva historia de la literatura bizantina que lo fuera por periodos históricos y en la que se valoraran por igual todos las obras literarias, por encima de su deuda o no con respecto a los modelos clásicos. Desgraciadamente, Kazhdan no pudo culminar su propósito y el primer volumen apareció ya póstumo: A. Kazhdan - Chr. Angelide - L.F. Sherry,A History of Byzantine Literature 650-850, Atenas 1999. El segundo volumen apareció años después, basado en los trabajos previos del autor. A. Kazhdan - Chr. Angelide, A History of Byzantine Literature 850-1000, Atenas 2006. No se sabe cuál será la continuidad del proyecto, que parte de presupuestos innovadores, pero que presenta también a su vez una serie limitación. Excluye del estudio las obras que no se consideran literarias, sino eruditas, partiendo de una concepción moderna de la literatura que no es necesariamente la bizantina. Como resultado, obras tratadas en el manual de Hunger (por ejemplo del enciclopedismo macedonio), desaparecen del manual de Kazhdan. Pese a todo, este proyecto da prioridad al estudio literario de los textos en función de su época y es un primer paso para la escritura de una verdadera historia de la literatura bizantina que aún está por escribir.

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