Por Juan Signes Codoñer.
Para entender qué es Bizancio no hace
falta tan sólo explorar lo que significa su literatura, su administración, su
religión, sino comprender la irradiación de lo bizantino hacia ámbitos
geográficos y culturales muy lejanos. La penetración de la cultura bizantina en
estas áreas es la que garantizó la supervivencia del imperio durante siglos,
pues éste fue considerado modelo cultural por muchos pueblos e incluso en
momentos de gran decadencia política y económica, sobre todo a partir del siglo
XIV, en la fase final del imperio, pudo ser capaz de generar una nueva cultura,
que transplantada al ámhito italiano contribuyó en no escasa medida a crear el
germen del Renacimiento y la Europa moderna.
Los ámbitos geográficos y culturales que
fueron permeados por la cultura bizantina han sido objeto de estudio, más o
menos pormenorizado, por las correspondientes disciplinas, que han tratado
siempre de tener en consideración el origen bizantino de muchas de sus claves
identitarias. Pero falta una panorámica general, todavía por escribir del
“Bizancio más allá de Bizancio”, que constituye uno de los principales
desiderata de nuestra disciplina y un proyecto que sin duda contribuiría
decisivamente a afianzar nuestros estudios. En efecto, en la medida en que
Bizancio pudiera ser confirmado como punto de convergencia de muchas culturas y
civilizaciones, su presencia académica estaría más que notablemente reforzada.
Y ello ayudaría a proyectar la imagen de Bizancio más allá del oscuro y
reducido reducto balcánico y microasiático en el que incluso muchos
especialistas lo confinan, hacia fronteras y espacios muchos más amplios. Ello
ampliaría las perspectivas de estudio y comprensión entre muchas culturas que
hoy por hoy se consideran ajenas y que sin embargo comparten vínculos comunes.
A continuación señalamos algunos ámbitos
de irradiación de lo bizantino en lo que no es sino un simple esbozo de
esquema, con la idea de ofrecer ideas y sugerencias a los socios y animar un
debate multicultural que creemos puede ser fructífero. No hace falta decir que
las sugerencias y lecturas que se hacen son más fruto de elecciones arbitrarias
que de una reflexión sistemática sobre el particular. Pero esperamos que puedan
ser útiles y sugerentes.
Eslavos.
No en vano Dimitri Obolensky tituló en1971 The Byzantine Commonwealth su estudio sobre la Europa Oriental entre 500 y 1453, usando un término que ha tenido fortuna en el ámbito de los estudios eslavos y que, creemos, debería ser ampliado a la irradiacion bizantina fuera del ámbito balcánico. Pueblos como los eslavos balcánicos (serbios, croatas y búlgaros)y los rusos tienen una deuda cultural inmensa con Bizancio que empieza en el alfabeto y termina en el modelo político y religioso. El Centro de Estudios Bizantinos, Neogriegos y Chipriotas de Granada ha iniciado una recopilación de las Fuentes Griegas sobre los eslavos (vol. I: M. Morfakidis Filactós y M. Casas Olea, Expansión y establecimiento de los eslavos en la Península Balcánica, Granada 2009) que esperamos sea punto de convergencia entre los eslavistas y bizantinistas españoles. Una fuente crucial de la historia rusa, la llamada Crónica de Néstor, ha sido traducida y comentada en español por Ángel L. Encinas Moral en Miraguano Ediciones 2004. Allí se incluyen tratados comerciales entre rusos y bizantinos del siglo X.
Turcos y pueblos altaicos.
Bizancio tiene una larga historia de convergencia con los turcos que no empieza, como se piensa, con la derrota bizantina de Manzikert en 1071 por obra de los turcos selyúcidas y la Landnahme de Anatolia, sino que se remonta a la ocupación de los Balcanes por los protobúlgaros en la Antigüedad Tardía (véase por ejemplo Beševliev V., Die protobulgarische Periode der bulgarischen Geschichte, Amsterdam 1980) y pasa por los innumerables contactos de los bizantinos con los pueblos de las estepas, entre los que destacan especialmente los ávaros (véase Pohl W., Die Awaren, Múnich 1988), los jázaros (para ellos ver Golden P.B., Ben-Shammai H. y Róna-Tas A. [eds.] The World of the Khazars. New perspectives. Selected papers from the Jerusalem 1999 International Khazar Colloquium hosted by the Ben Zvi Institute, Leiden and Boston 2007) y los húngaros (sobre los que se puede consultar además del clásico libro de Moravcsik G., Byzantinoturcica, Berlín, 2ª ed., 1958, 2 vols. [1ª ed. Budapest 1942-1943] el reciente estudio de Kristó Gy., Hungarian History in the Ninth Century, Szeged 1996). La ausencia de especialistas en nuestro país ha hecho que el papel de los turcos en la Europa Oriental sea completamente ignorado en el currículo académico. Una circunstancia que explica la práctica ausencia de toda esta bibliografía en las bibliotecas españolas. Y la ignorancia de muchos medios de comunicación que sitúan a Turquía fuera de la órbita europea, ignorando no sólo la enorme deuda cultural del mundo otomano hacia el bizantino, sino la tradición milenaria de intercambio cultural entre pueblos turco y griego.
Semitas.
No se entiende el mundo griego sin el semita, no sólo desde los propios orígenes de la civilización griega (las letras fenicias) y a partir del periodo helenístico (con la colonización griega de Oriente Próximo), sino también a raíz de la cristianización del imperio, en la que las áreas de Palestina y Siria (Antioquía) desempeñaron un papel pionero. No en vano el cristianismo es una religión de raíces semitas. En el periodo bizantino la relación de Bizancio con los pueblos semitas se cristaliza sobre todo en los sirios de comunión ortodoxa o calcedoniana, los llamados melquitas, que usaron la lengua griega como vehículo de comunicación hasta la conquista árabe y luego adoptaron la lengua árabe como vehículo de expresión literaria antes incluso que otras comunidades cristianas. Su identidad, a caballo entre el Islam y Bizancio, entre el mundo semita y el mundo heleno, es uno de los ejemplos más claros de transferencia cultural. Pero obviamente los sirios jacobitas tienen también una gran importancia para la historia de Bizancio y muchas de sus fuentes históricas, como la famosa crónica de Dionisio de Tell-Mahré (siglo IX) nos informan de múltiples contactos con Bizancio, con o sin intermediación de los melquitas. El cristianismo árabe en general durante el periodo medieval ha sido objeto de un creciente interés por un grupo cada vez más nutrido de especialistas de alto nivel, que han participado en la confección de una pequeña enciclopedia sobre las relaciones culturales y religiosas entre árabes y cristianos, de la que ha salido el primer tomo: Thomas D. y Roggema B. [eds.], Christian-Muslim Relations. A Bibliographical History. Volume 1 (600-900) [=History of Christian-Muslim Relations 9] Leiden - Boston 2009. Numerosos bizantinistas colaboran en este primer volumen, el segundo ya está en prensa. Para una panorámica sobre el cristianismo en el Islam puede consultarse el libro de Griffith, S., The Church in the shadow of the Mosque. Christians and Muslims in the World of Islam, Princeton y Oxford 2008. Sobre la identidad melquita se está preparando actualmente un dossier en la revista Alqantara del CSIC bajo la coordinación de Juan Signes, para ser publicado en el 2012. Obviamente, más allá del aspecto religioso, la deuda del Islam y de los árabes hacia el helenismo es inmensa, pues la filosofía y la ciencia árabes dependen de modelos griegos y, algo que se suele olvidar, de cristianos del siglo IX que conocían el griego y trabajaron para el califa (muchos nestorianos, obviamente próximos a Bagdad), tal como demuestra el estudio de Gutas, D., Greek Thought, Arabic Culture. The Graeco-Arabic Translation Movement in Baghdad and Early ‘Abbasid Society (2nd-4th/8th-10th centuries), Londres 1998. Los cristianos árabes, un vínculo entre oriente y occidente, aunque desconocidos por el gran público, siguen siendo hoy un vínculo esencial entre el mundo griego y el semita. Se recomienda la lectura del libro de W. Dalrymple, From the Holy Mountain: A Journey in the Shadow of Byzantium (1997) (hay trad. castellana) para aquel que quiera acercase al problema.
Pueblos causcásicos.
A lo largo del siglo IV se convirtieron al cristianismo los armenios, seguidos estrechamente de los georgianos o iberos, y de otros pueblos como los albanos(en la actual Azerbaiyán, en la que sus continuadores son los miles de udi). Esta cristianización se vio definitivamente impulsada gracias a la labor evangelizadora de Mesrop, que les dio el alfabeto y contactó con el emperador Teodosio II. Desde entonces los pueblos caucásicos han tenido como referente cultural a Bizancio, del que constituían su frontera oriental durante siglos. Son muchos los grandes personajes de la historia bizantina que fueron armenios de origen (inclusive emperadores) y mucha la presencia de los calcedonianos georgianos en el monacato bizantino. Pero inversamente, arquitectura y literatura de armenios y georgianos no se entienden sin Bizancio. Obras clásicas de referencia son el libro de Charanis P., “The Armenians in the Byzantine Empire”, Byzantinoslavica 22 (1961) 196-240, reimpreso en Lisboa en 1963 y los estudios de Cyril Toumanoff. Pero desde entonces se han publicado muchas monografías de detalle, aunque el magnífico atlas de Hewsen, R.H., Armenia. A Historical Atlas, Chicago 2001 supera con creces a cualquier otro proyecto que se haya hecho sobre la Armenia medieval, tanto por el rigor con el que utiliza las fuentes, como por la exhaustividad en el detalle: imprescindible.
Pueblos africanos.
Las culturas etíope y nubia tienen como referente cultural a Bizancio y de hecho sus propios orígenes cristianos están muy documentados en fuentes griegas. Es más, los nubios, aislados de Constantinopla durante siglos por el Egipto islámico, siguieron sin embargo utilizando el griego en sus inscripciones hasta el siglo XI, aunque sobre ellos son también primordiales las fuentes coptas y árabes. Para el que desee acercarse a estos pueblos, además de recomendar la lectura de crónicas como la de Juan de Nikiu, mencionaremos dos libros a modo de ejemplo: la edición de Albrecht Berger, Life and Works of Saint Gregentios, Archbishop of Taphar, Berlin 2006, un texto griego del siglo X que habla de la conversión de los yemenitas al cristianismo en el siglo VI desde la vecina Etiopía (con la que se relacionan las llamadas leyes de los homeritas –en realidad himyaritas o yemeníes– un fascinante código legal de la época); y el libro de Welsby D.A., The Medieval Kingdoms of Nubia. Pagans, Christians and Muslims along the Middle Nile, Londres 2002, que traza una panorámica cultural muy completa del pueblo nubio, que una vez convertido al monofisismo en el siglo VI por obra de la emperatriz Teodora (la fuente es Juan de Éfeso), no sólo siguió fiel a este credo hasta nuestros días, sino que durante siglos (hasta el XII prácticamente) continuó usando la lengua griega en sus inscripciones, de las que se han preservado muchas hasta hoy en día (aunque la guerra civil que afecta al Sudán no favorezca precisamente las excavaciones arqueológicas, como las que practicaron los polacos hace décadas: el museo de Varsovia es hoy por hoy el mejor del mundo sobre la Nubia cristiana). Sobre los coptos de Egipto, directos continuadores de la población autóctona del valle del Nilo, sobra cualquier referencia bibliográfica, ya que su historia y su lengua es la más documentada de todas las comunidades cristianas de Oriente: no en vano son hoy la comunidad cristiana más numerosa de todo el Oriente. Bastaría citar aquí The Coptic encyclopedia, 8 vols., New York 1991 editada e impulsada por el profesor egipcio Aziz Suryal Atiya (1898-1988), uno de los fundadores de la coptología. Como manualillo cómodo de introducción al mundo copto recomendamos el librito de Cannuyer, Ch., L’Egypte copte. Les Chrétiens du Nil, París 2000 (en la colección de bolsillo de Gallimard, con muchas ilustraciones; hay versión inglesa en Thames and Hudson).
Latinos.
Los contactos de Bizancio con los pueblos latinos, directos descendientes de Roma, forman parte de cualquier historia de la Edad Media y afectan a todas y cada una de sus fases, aunque tengan como fechas ancilares la coronación de Carlomagno como emperador en el 800 y las Cruzadas, especialmente la primera de 1096 y la cuarta de 1204. Estas fechas, unidas a la propia de la caída de Constantinopla en 1453, son sin duda las fechas básicas del Medievo occidental y, como es evidente, no se entienden sin la aportación bizantina. Obviamente esta influencia del Imperio de Oriente se hizo sobre todo sentir entre los italianos, pues la presencia bizantina en España se limitó a su ángulo suroriental durante los siglos VI-VII, aunque fue continuada en Baleares (por vías indirectas) hasta el siglo IX. Un manual español, de Roberto Zapata Rodríguez, Italia Bizantina, Historia de la segunda dominación bizantina en Italia 867-1071, Madrid 2006, da cuenta de manera sumaria y actualizada de acontecimientos que el pormenorizado libro de Gay, J., L'Italie méridionale et l'empire byzantin depuis l'avènement de Basil I jusqu’ à la prise de Bari par les Normands (867-1071) Paris, 1904 (con trad. italiana Florencia 1917, con reimpresiones) relató ya con maestría hace más de un siglo. Especial posición en estas relaciones tuvieron los venecianos, sobre los que se sigue poder leyendo la magistral panorámica de Nicol D.M. Byzantium and Venice, Cambridge 1988. Menos conocida es la influencia de Bizancio sobre los sardos, de la que da cuenta el magnífico libro de Corrias P. y Cosentino S. (eds.) Ai confini dell‘impero. Storia, arte e archeologia della Sardegna bizantina, Cagliari 2002, en cuya portada aparece reproducido una ejemplar de la escritura sarda en alfabeto griego, usada hasta bien avanzado el siglo XI. Importante también es la helenización de los colonos romanos de los Balcanes, ancestros de los modernos romanos y arumanos. La primera fuente histórica sobre estos pueblos es nuevamente griega, el llamado Strategikon de Cecaumeno (siglo XI), del que hay una traducción española por Juan Signes en Alianza editorial.
Germanos.
La relación del imperio con los germanos empieza ya en el siglo IV y culmina en un primer momento con el reinado del ostrogodo Teodorico el Grande, bajo cuyo reinado conviven en Italia dos pueblos bajo una misma cultura. El codex argenteus de la Biblia gótica de Ulfilas, puede simbolizar perfectamente esta dualidad de su reinado, del que fue cronista oficioso el godo Jordanes desde Constantinopla (traducción castellana Sánchez Martín, J.M., Origen y gestas de los godos, Madrid, Cátedra 2001). Posteriormente, los francos del imperio de Carlomagno se convirtieron a ojos de los bizantinos en los representantes oficiales del cristianismo occidental, de forma que este gentilicio pronto designó en Oriente tanto a latinos como germanos. Las relaciones de los bizantinos con los germanos fueron en gran medida indirectas, a través de viajeros y embajadores. Pero no deja de haber episodios que revelan una relación más estrecha, como el matrimonio de Teofanó con Otón II en el siglo X (sobre ella y el ascenso de algunos griegos en su corte véase Davids, A., The Empress Theophano: Byzantium and the West at the turn of the first millennium, 2002, entre las muchas publicaciones dedicadas a la emperatriz) al que siguieron otros muchos de emperadores bizantinos con soberanos occidentales, especialmente tras las cruzadas. También muy importantes fueron los contactos de los bizantinos con los vikingos o varengos a través de Rusia. No sólo los normandos se enrolaron como soldados al servicio de Bizancio (véase por ejemplo Blöndal, S., The Varangians of Byzantium. An aspect of Byzantine military history, Cambridge 1978) y dejaron huella de ello en la gran cantidad de objetos (monedas) que llevaron consigo de regreso a Escandinavia, sino que la impresión que causó en ellos la cultura bizantina se plasmó en las famosas sagas nórdicas, como la de Harald III Sigurdsson (1015-1066) o Harald Hardrada, que se convirtió en rey de Noruega tras su servicio en Bizancio. Diferente es el caso de los normandos, que ocuparon Italia en el siglo XI, porque en gran medida estaban afrancesados y habían perdido sus raíces germánicas. En cualquier caso sobre ellos puede leerse una fuente fundamental, muy bien traducida y comentada: Dunbar P.N., The History of the Normans by Amatus of Montecasino, Woodbridge 2004. Una monografía útil es la de Matthew D., The Norman Kingdom of Sicily, Cambridge 1992.
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